miércoles, 1 de abril de 2015

Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas: Una introducción al carnismo


En este blog se ha hablado diversas veces de diferentes libros clave para la defensa de los derechos de todos los animales tratando diferentes ámbitos en los que se practica el especismo, como "Matanza de inocentes: Los animales en la investigación médica", "¿Por qué maltratamos tanto a los animales? Un modelo para la masacre de personas en los campos de exterminio nazis", "A favor de los toros" o "La misma libertad: Reflexiones sobre liberación animal y anarquía". Esta vez hablaré sobre el último boom animalista traducido a 9 idiomas, un libro espinoso al tratar únicamente del ámbito de la alimentación. Su autora, Melanie Joy, es profesora de psicología y de sociología en la Universidad de Massachusetts. No ha querido utilizar el término carnívoro porque define una necesidad biológica y ha optado por acuñar el término carnismo, que según ella define un sistema de creencias invisible al no habérsele dado nombre hasta ahora. Este sistema ha recurrido siempre a 3 mitos cada vez que ha visto en peligro su invisibilidad: comer carne es normal, natural y necesario, 3 conceptos que se han utilizado para justificar todo tipo de sistemas de explotación, incluidos los humanos. Son pseudoargumentos que utiliza mucha gente que defiende los derechos de todos los animales en otros ámbitos pero que no está dispuesta a intentar dejar de comer animales. Afortunadamente el veganismo se ha extendido y visibilizado por todo el mundo, por lo que ya no se ve a un vegano o vegetariano como alguien que se sale de la norma (algo positivo por otra parte pero que frena a muchos a la hora de actuar), el recurrir al pasado para naturalizar y justificar una acción del presente es fácilmente refutable, y disponemos de toda la información necesaria para saber cómo conseguir todos nuestros nutrientes esenciales sin tener que torturar ni matar a otro animal ni permitir que otros lo hagan por nosotros, disponiendo incluso de la información que demuestra científicamente la nocividad de una dieta carnívora u omnívora. Cuando esto ocurre, cuando la invisibilidad del sistema se encuentra en peligro, algo que es cada vez más habitual, el sistema necesita recurrir a determinadas tácticas para perpetuarse, consistentes en la cosificación (pretender que los humanos sientan a otras especies animales como cosas, es decir, seres inanimados, justamente el antónimo de animal), la desindividualización (intentar que los animales no humanos sean percibidos en abstracto, no como individuos sino como números que forman parte de una masa que no es más que mercancía) y la dicotomización (intentar que percibamos a los animales no humanos como categorías, básicamente como comestibles a las víctimas de la industria cárnica y como no comestibles a los que consideramos nuestras mascotas o incluso miembros de nuestra familia, aunque la base de que consideremos a unas especies como amigas y a otras como comida mientras que consideramos degenerados a otros países por practicar lo mismo pero a la inversa es exactamente la misma, el especismo, dicomotización que dicho sea de paso ya se practica entre los propios humanos que no encajan en modos de actuar propios de una sociedad que siente fobia por todo lo diferente). De esta manera se consigue que los matarifes se distancien de sus víctimas y pierdan en consecuencia toda identificación y empatía por las mismas. El libro da tanto cifras exactas de muertes de animales no humanos así como los métodos empleados por la industria, métodos que causan en sus víctimas estrés postraumático y conductas neuróticas y psicóticas (ya sabemos todos cómo terminan actuando los animales que se encuentran perpetuamente hacinados y las medidas que se toman para que no se agredan entre ellos, como el corte sin anestesia del pico de las gallinas, por poner un solo ejemplo entre tantos y tantos), pero no se queda ahí, sino que denuncia también la manipulación psicológica a la que han sido sometidos los matarifes para después ver en peligro su salud y su integridad física por el propio funcionamiento de la producción en cadena que es la industria cárnica con cortes, amputaciones, heridas oculares o fracturas. Se trata a todas luces de una ideología violenta que para su correcto funcionamiento incluso exige de sus participantes, especialmente de los matarifes, una conducta antisocial, con lo que Melanie Joy no se conforma con criticar el sistema por el daño que perpetra a animales no humanos, sino también por lo peligroso que resulta para nosotros mismos, física y psicológicamente.

Veamos cómo argumenta la propia Melanie Joy en diversos pasajes del libro todo lo dicho hasta ahora:

"El sistema dicta qué animales son comestibles y nos permite consumirlos porque evita que sintamos malestar emocional o psicológico al hacerlo. El sistema nos enseña a no sentir. La emoción más obvia que perdemos es la del asco, pero más allá del asco subyace otra emoción mucho más importante para nuestra identidad: la empatía."

"La anestesia emocional es adaptativa (beneficiosa) cuando nos ayuda a afrontar la violencia. Por el contrario, pasa a ser desadaptativa (destructiva) cuando se utiliza para permitir la violencia, incluso cuando dicha violencia ocurre en lugares tan lejanos como las fábricas en las que se convierte a los animales en comida."

"La historia de cómo la mierda se ha colado en nuestra carne es la historia de una de las características fundamentales del carnismo y de otras ideologías violentas: el sistema depende de un grupo de víctimas indirectas, de víctimas involuntarias que no solo sufren las consecuencias del sistema, sino que contribuyen al mismo y participan en su propia victimización sin ser conscientes de ello. El sistema crea estas víctimas haciéndose pasar por algo que no es para que nos sintamos seguros cuando, en realidad, estamos en peligro y nos creamos libres aunque, realmente, estamos siendo presionados. La historia de cómo la mierda se ha colado en nuestra comida es la historia de las víctimas humanas del carnismo."

"El camino de la norma es el de la mínima resistencia, es la ruta que tomamos cuando conectamos el piloto automático y ni siquiera nos damos cuenta de que estamos siguiendo una línea de acción que no hemos escogido conscientemente. La mayoría de las personas que comen carne no tienen la menor idea de que actúan en consonancia con los principios de un sistema que ha definido muchos de sus valores, preferencias y conductas. Lo que denominan «elecciones libres» son, en realidad, el resultado de un conjunto de opiniones muy limitado que otros han escogido por ellos."

"El ejercicio del libre albedrío es imposible si operamos desde el interior del sistema. El libre albedrío exige conciencia y nuestras pautas de pensamiento, omnipresentes y arraigadas, son inconscientes, escapan a nuestra conciencia y, por tanto, escapan a nuestro control. Mientras permanezcamos en el sistema, veremos el mundo a través de los ojos del carnismo. Y mientras miremos a través de ojos que no son los nuestros, seguiremos viviendo según una verdad que no es la que nosotros hemos elegido. Debemos salir del sistema para recuperar la empatía perdida y poder tomar decisiones que reflejen nuestros verdaderos pensamientos y emociones en lugar de lo que nos han enseñado a sentir y creer."

¿Queréis seguir comiendo animales innecesariamente tras saber, si es que lo aceptáis, que se trata de un lavado de cerebro? Porque tal y como concluye Melanie Joy, la neutralidad ética no existe.

Ya que esta actualización no es más que un pequeño resumen, recomiendo la lectura completa del libro, en el que además encontraréis multitud de asociaciones a las que recurrir en busca de ayuda, consejo e información.

GO VEGAN!!! Ⓥ

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